En este territorio que habitamos contamos con una larga herencia histórica (que todavía no se acaba) de injusticias violentas con respecto a todas las identidades que podemos ser, tener y desear. Las migraciones, nuestros lugares de procedencia y los lugares donde nos asentamos son el centro de esas “feridas nacionales” a las que no les da la luz (o muy poco).
España tiene una resistencia de acero a entender la diversidad de la que está compuesta y que, además, cada vez será más diversa. Y esto lleva generando décadas de maltrato a quienes han tenido que migrar y a quienes lo tienen que hacer ahora. Y no solo hacer las maletas y cambiar de casa genera estos dolores, sino que aparecen cuando simplemente se quiere poner en el centro nuestro lugar de origen con agencia propia, no encerrado en un único deseo nacional. Y, por supuesto, la forma de hablar, ya sea idioma, lengua o acento…¡Ays! Cómo hablamos a algunas personas les puede resultar un papel de lija que esgarrapa de lo más duro.
Hay dos obras recientes que recuperan memoria histórica y visibilizan estas feridas. La película dirigida por Marcel Barrena, El 47, y el artefacto performativo Oú de Alessandra García, recientemente publicado por esta casa, Disbauxa. Este artículo para nada va a ser una crítica de ambas obras, si no que lo que busca es conectar y dar luz a los hechos históricos protagonistas.
El 47
En esta película se narra el secuestro de un autobús en 1978 por parte de Manuel Vital para reclamar el servicio de transporte público (y más injusticias) en el barrio de Torre Baró, del cual era vecino. El inicio del film es muy interesante, ya que muestra el comienzo de lo que será un gran fuego en Cataluña en cuanto a identidad se refiere. Nos sitúa en la década de los 60 y vemos cómo una parte de la población extremeña dejó sus casas escapando de complicadas condiciones laborales y vitales y vio cómo sus familiares eran asesinados por las fuerzas franquistas. Barcelona se convierte en el destino y compran unas tierras en la montaña, alejadas del centro de la ciudad. Construyen rápidamente precarias edificaciones para que, según regía la ley de aquella época, tuvieran techo al amanecer y la Policía Nacional no pudiera derribarlas. Con el paso de los años, estas primeras edificaciones se fueron consolidando, creando así el barrio de Torre Baró, perteneciente al distrito de Nou Barris. Aquí ya vemos esa mala aceptación hacia las personas que venían de “fuera”, el maltrato que recibían al dificultar e imposibilitar algo tan fundamental como tener una casa en la que vivir y, por supuesto, el concepto de clase, transversal a todo. Igual podías ser de fuera, pero ser pobre no.
El estreno de la película ha favorecido que en las redes aparezcan discursos de todo tipo, actuales, relacionados con el catalanismo y la antiinmigración, de acuerdo con el clima político actual, como nos cuenta Oscar Blanco en este artículo. Manuel Vital consiguió que llegara la primera línea de autobuses a Torre Baró, pero a día de hoy sigue siendo un barrio en desventaja, faltan infraestructuras y servicios y que se le trate con más igualdad y cariño. Y esto demuestra que si en su día Cataluña se portó mal con la gente que venía de fuera, todavía no ha reparado todo el daño que hizo, ni ha revisado su identidad, y tendría la ocasión de hacerlo por lo menos con las generaciones posteriores.
Oú
El texto Oú, de Alessandra García, parte de los hechos ocurridos el 4 de diciembre de 1977 en Málaga, un año antes del secuestro del autobús en Barcelona. Ese día Andalucía se puso de acuerdo y salió a la calle para pedir su estatuto de autonomía. En el transcurso de la manifestación, Juan Manuel Trinidad Berlanga escaló la fachada del edificio de la Diputación Provincial de Málaga para colocar la bandera de Andalucía que Francisco Cabeza López, el presidente de la diputación en aquel momento, había prohibido. Este hecho desató cargas policiales en la ciudad con balas de goma y botes de humo y, posteriormente, balas reglamentarias. Una de esas balas alcanzó a Manuel José García Caparrós, quien moriría asesinado a sus 18 años. Por supuesto, nunca se encontró al culpable; debe ser que las pistolas se disparan solas.
Alessandra García investigó, recuperó, estudió y escuchó estos hechos porque son fundamentales en la historia de Andalucía y quizá no tan conocidos como se merecen. Tiene un gran deseo: que sea colectivo y que mantenga en la memoria a Manuel José García Caparrós.
España lleva manteniendo una represión histórica basada en centralismo y periferias a diferentes escalas. El franquismo quiso ocultar todas las lenguas que existen en la península; Cataluña aceptó la mano de obra gallega y del sur, pero no su habla; y las leyes de extranjería actuales son vergonzosas. Estas feridas no están curadas y continúan apareciendo nuevas llagas a todas las escalas: Norte – Sur, Oriente – Occidente, Europa – América Latina…
Manuel Vital consiguió su objetivo y hoy es recordado con una película (aunque no muestre realmente su militancia política ni el carácter colectivo de la lucha). Manuel José García Caparrós hoy no puede tomarse unas cañas al salir del trabajo porque una bala le alcanzó, pero Alessandra García nos descubre su historia.
Necesitamos más luz para todas las heridas que arrastramos y para que no haya otras nuevas.
En Disbauxa lo estamos intentando.
*Utilizamos ferida “robando” el término a Ava Cívico y su exhibir al monstruo:
gusto de decir ferida
porque suena la efe linda
y la herida nunca es muda.